30.3.16

Visión de la tarde.




En la forma inusual de caminar
en el pie y en la mano a contratempo
en el aire que se abre cuando llega
adivino un perfume de tragedia
que le anteceden pero también
le van borrando las huellas
como si la vereda fuera
blancura fría de tristeza.

En la mirada fuerte de distancias
de aceituna, de agua, de tierras,
de nostalgias de otros continentes
de abuelos moros con idéntica pena
de tempranos abandonos resignados
mi espíritu huele sus quimeras
sus demonios que revolotean
en las ojeras y le coronan pálidos
con el gris de la tarde del invierno.

En la forma de contemplar el mundo
de absorberlo, de escucharlo, de retenerlo
de morir con los segundos en silencio
de reír apenas sin motivo alguno
con una mueca de melancolía
mi piel presiente que junto
con el cigarrillo que se consume
entre los dedos de la mano apoyada
en la rodilla cruzada sobre su par
hay una sensación de nada
como si al frente del banco de la plaza
que ella ocupa de forma leve
se extendiera gigante un abismo
que sobrevuelan las garzas finitas
de la tardecita del invierno.


Y yo la miro.

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