31.8.16

Vidalita del Brasil.



Brasil decime que se siente
¡Vidalitay!
que te hayan caído
sesenta y un monstruos
con tentáculos
de pantallas y titulares.

Hermano Brasil cómo nos duele
¡Vidalitay!
tu dolor agudo
el desamparo de tus
colgantes favelas donde
crecen el hambre
la belleza y los feroces
laterales izquierdos.
Porque todos los pueblos
son un pueblo
hermano Brasil
no me cuentes, yo lo siento.

El eco de los vencidos va recorriendo
un continente neo colonizado
y en el profundo estremecimiento
de tus selvas, tus montañas
tus playas, tus
bestias de sangre se presiente
la  tristeza. ¡Vidalitay!

Y tal vez esta noche cuando
salga la luna ¡Vidalitay!
la serpiente de agua que
te recorre llore
el llanto de tu pueblo
que es el llanto de todos los pueblos.

¡Vidalitay!



8.8.16

La visita.




Cuando pasa por la puerta
su sonrisa es el lazo
embravecido de la tarde girando
como gira el universo y espantando
con su giro fraternal a los fantasmas.

El sol entonces une
con la amistad su fuego incomparable
de tibieza y son pájaros libres los minutos
que transcurren como luz
en las veredas.

El duende del alcohol ronda la casa
por la ventana entra junto con la tarde
las canciones y el vino fuerzan a que huyan
al oscuro territorio del olvido
las tristezas.




A Virginia Volken.

A veces pasa que...



La luz que flota oblicua
en los límites del día nos devuelve
feroz al plano de estar
vivos y los dolientes
clavos de la tarde tararean serenatas
que amaderan el sabor del olvido.

Fortalezas de brazos y estentóreas
carcajadas  que son más que un anuncio
de la forma estival, una promesa.

El fuego es un milagro desatado
la noche paz en la tormenta
el vino cicatriz dentro del pecho
el sol una esperanza. Su sonrisa
nada menos
que un buen recuerdo.