4.10.09

La noche del fumador

En esas noches de pesada oscuridad cuando el humo del cigarrillo es atravesado por las impúdicas líneas horizantales de una luz callejera, vuelven a la memoria del hombre la espesa verdocidad de una parra, el silencio del canto de los grillos, la lejanía, la distancia tan distante como está la luna de los ojos del amante, que fuma inmóvil y espera.
Nadie desordena sus rosas, nadie sopla su fuego, nada lo llama. Solo el rojo de la braza trajina un invisible camino hacia su boca desde el cenicero y al revés.
No añora ni maldice el tiempo en que esta vida fue vida, ni siquiera piensa. Los restos de cigarrilo yacen aplastados en el cenicero y la mano busca el paquete para recomenzar el antíguo, letal y efímero ritual.

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