El vapor del cálido aire
que inhalamos
centurias atrás
milenios tal vez
exhalamos hoy
y contornea fantasmas
en la noche lejana.
Se adivina
en esos dominios
la mística y feroz
burocracia del edén
que se retuerce en nuestra ausencia.
No habrá cantos anunciadores
para el amanecer que nos espera
ni bocinas, ni sirenas
para el ocaso.
Muy bonito, me gustó, enhorabuena. besos¡¡
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