17.7.10

Fronterizo

Un lento abandodno recorre las calles quiaqueñas, ciudad de paso donde nadie se queda. Al norte no solo un puente, también un río de personas como hormigas la une con Villazón, locura Boliviana, almacén de cuanto exista, olores, colores y sabores mezclados por el viento que azota en invierno la altipampa.
En este portón de entrada a la inmensa Bolivia nada parece existir realmente, hasta que las luces se apagan.

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